El evangelio y la verdad de Jesucristo
El pastor David Jang siempre ha enfatizado que el núcleo del evangelio es la persona de Jesucristo. Afirma que Jesús es la Verdad misma, la fuente de vida que debemos aferrar, y que la fe en esta Verdad constituye el primer paso para prepararnos con la armadura completa de Dios. En el capítulo 6 de Efesios, al final, se presenta dicha “armadura de Dios”, cuya primera pieza es el “cinturón de la verdad”. Al respecto, David Jang explica: “La verdad es Jesucristo en sí, y por tanto se convierte en el cimiento más básico que previene nuestro tambaleo en el combate espiritual”. Aun si el resto de la armadura es impecable, sin la verdad todo se viene abajo; de modo que sin ella nuestra fe no puede mantenerse firme.
David Jang destaca que el evangelio consiste en la muerte sustitutoria y la resurrección de Jesucristo, y que la certeza absoluta de esto impulsa los fundamentos de nuestra fe. La “armadura de Dios” descrita en Efesios, dice, no es un mero adorno externo, sino una defensa espiritual para proteger nuestro corazón y mente. Llamando “cinturón de la verdad” al evangelio de Jesucristo, enseña que “vivir siempre revestidos de la verdad es el punto de partida de una fe que no se tambalea”.
Dado que el evangelio consumado en Cristo conecta el Antiguo y el Nuevo Testamento, David Jang subraya la continuidad entre ambos: la salvación anunciada en el Antiguo Testamento se cumple en el Nuevo por medio de Jesús. Por ello, insiste en la importancia de “rumiar” constantemente este evangelio consumado, meditarlo y hacerlo parte de nuestra vida. Suele usar la analogía de la vaca, que vuelve a masticar el alimento varias veces, para ilustrar que solo a través de una meditación repetida la verdad penetra por completo en nuestra existencia y se traduce en hechos concretos.
El pastor David Jang advierte contra la actitud de quienes oyen la Palabra pero no la digieren, dejándola pasar de forma pasajera. Sostiene que el camino de la fe radica en asimilar sin cesar la verdad, rumiarla y encarnarla en la vida cotidiana, no como simple conocimiento, sino con acciones tangibles. Este proceso nunca se completa de inmediato; sin embargo, si trabajamos para asimilar la Palabra con diligencia, nuestros pensamientos y conductas progresivamente se ajustan a las enseñanzas de Cristo, y pasamos a ejercer un rol de luz y sal en el mundo.
Asimismo, David Jang explica que quien se aferra a la verdad permanece firme ante las tentaciones satánicas. La táctica de Satanás se fundamenta en sembrar la mentira y la duda para sacudir las raíces de nuestra fe. Con la pregunta esencial “¿Eres realmente hijo de Dios?” trata de minar nuestra identidad, lo cual considera lo más letal. Incluso a Jesús, en el desierto, el diablo le presentó tres tentaciones con la frase: “Si eres Hijo de Dios…”. Tal y como Jesús replicó con “Escrito está”, el pastor David Jang enfatiza que necesitamos una fe firme en la “Palabra escrita”.
Ahora bien, ¿cómo aferrarnos a la verdad en la práctica? Él propone tres pautas. Primero, mantener siempre la Palabra cerca, meditarla a fondo y dejar que gobierne nuestra existencia. Segundo, dentro de la comunidad eclesial, estudiar y enseñar la Palabra recíprocamente, generando ámbitos para su aplicación concreta. Tercero, esforzarnos por vivir lo que hemos escuchado y aprendido, pues es entonces cuando la verdad comienza a obrar en nosotros. Al fin y al cabo, la verdad no es conocimiento puramente teórico, sino el poder del evangelio que se revela en la vida y la acción.
David Jang alude con frecuencia a los mártires de la Iglesia Primitiva como ejemplo. “Para guardar la verdad del evangelio, muchos arriesgaron la vida; y es esa verdad la que, en última instancia, ha mantenido viva a la Iglesia”. La verdad del evangelio posee una categoría absoluta, imposible de negociar con tibieza. La Iglesia está edificada sobre dicha verdad, siendo la expiación de Jesucristo el núcleo de la misma; por eso, nadie puede tambalear este pilar central.
En conclusión, la primera parte de la “armadura de Dios” que Efesios 6 menciona —el “cinturón de la verdad”— es la base de la lucha espiritual. Al igual que un soldado cuyo cinturón falta ve desarreglada su armadura, si no sostenemos la verdad, todo lo demás pierde eficacia. David Jang subraya: “Solamente si nos aferramos firmemente a la verdad del evangelio, experimentaremos el poder de Jesucristo y recibiremos la pasión correcta por el Reino de Dios”.
La esperanza de contemplar el Reino de Dios
David Jang asocia la “coraza de justicia” con un ferviente anhelo por el Reino de Dios. Así como la coraza protege el corazón, la fuerza que defiende nuestro interior y nuestra mente brota del anhelo intenso de ese Reino. De la misma manera que Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”, quienes anhelan la justicia y el gobierno divino no pierden con facilidad la firmeza de su corazón ante los ataques de Satanás.
¿Pero qué es concretamente el Reino de Dios? David Jang explica que su significado es tanto escatológico como actual. Existe un “Reino futuro de Dios” que se consumará con la segunda venida de Jesucristo, y a la vez un “Reino presente de Dios” que ya está en aquellos que creen en Cristo. Él retoma las palabras de Jesús: “El reino de Dios está entre vosotros”, para recalcar que no es solo algo del pasado o un suceso venidero, sino que se manifiesta hoy en día.
No obstante, la realidad que vivimos se encuentra “entre lo que ya es y lo que aún no ha llegado”, apunta. Aunque la salvación nos fue dada en Cristo, su consumación total y la completa revelación del Reino todavía pertenecen al futuro. En medio de esta tensión, alimentamos la esperanza en el Reino de Dios y procuramos experimentarlo en el presente, luchando por vivir bajo su dominio. El pastor David Jang subraya que esta esperanza es un blanco importante de las tentaciones de Satanás, quien busca plantar dudas como “No hay mañana, tu senda es vana, ni existe plan alguno de Dios” para hundirnos en la desesperanza.
En este punto, él conecta el “yelmo de la salvación” con la esperanza. La cabeza, como símbolo del “pensamiento”, debe llenarse de la esperanza del Reino de Dios, o de lo contrario, Satanás puede infiltrarse con flechas de desánimo y desaliento. El pastor David Jang pone como ejemplo al pueblo de Israel después de salir de Egipto: cada vez que extrañaban Egipto y se enredaban en la incredulidad y la queja, el camino por el desierto se tornaba más áspero. Sin embargo, cuando miraban hacia la Tierra Prometida y se aferraban al pacto divino, experimentaban la protección milagrosa y la dirección de Dios.
David Jang resume en tres aspectos el modo de sujetarnos a la esperanza. Primero, debemos reflexionar constantemente sobre las promesas bíblicas acerca de la segunda venida de Cristo y su reinado eterno. Segundo, al obedecer la Palabra en lo cotidiano y vivenciar la guía del Espíritu Santo, comprobamos que “el gobierno de Dios es real”. Tercero, compartir en la comunidad de la iglesia los testimonios de los mayores en la fe y constatar la mano de Dios a lo largo de la historia, para alentarnos unos a otros. Con ello, nuestra esperanza se afianza, de modo que, por más que Satanás susurre: “No tienes futuro”, no nos tambaleamos con facilidad.
Añade, además, que las “sandalias del apresto del evangelio de la paz” son la pasión por difundir el evangelio. El evangelio no promueve discordias, sino que trae la fuerza de la paz, y la tarea de difundir el mensaje con mansedumbre derriba muros y extiende el Reino de Dios. David Jang insiste en que proclamar el evangelio con humildad, mansedumbre y amor es lo que más aborrece Satanás. Al fin y al cabo, el evangelio conlleva un auténtico mensaje de paz, y quienes se empeñan en abrir rutas de reconciliación no pueden ser derrotados tan fácilmente por el enemigo.
Haciendo referencia a Romanos 14:17 —“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”—, el pastor David Jang subraya que “si abrigamos la esperanza del Reino, no nos abatimos bajo ninguna circunstancia y seguimos cantando himnos de gozo”. Conecta este punto con la entrada del pueblo de Israel en Canaán, señalando que, aunque el desierto fuera largo y pedregoso, nunca dejaron de mirar a la Tierra Prometida, y al final vieron cumplida la promesa. Enseña que la iglesia de hoy, al recordar esta historia, no debe desesperarse aunque la sociedad parezca oscura; debe seguir avanzando.
El escudo de la fe y la cuestión de la tentación
Al abordar Efesios 6:16, donde se menciona “el escudo de la fe”, David Jang explica que este nos defiende de toda clase de “dardos de fuego”. Dichos dardos enviados por Satanás pueden adoptar múltiples formas —duda, tentación, confusión de identidad, desaliento, conflictos interpersonales—, pero todos apuntan en última instancia a sacudir nuestra fe y hacernos abandonar la identidad de hijos de Dios.
Para David Jang, lo opuesto a la fe no es simplemente la incredulidad, sino un estado que se tambalea con facilidad ante la mentira y la duda. Cuando Adán y Eva cayeron bajo la mentira de Satanás y pensaron: “¿Será que Dios es realmente bueno? ¿Por qué nos prohíbe comer de este fruto?”, terminaron pecando. Del mismo modo, hoy Satanás intenta sin cesar sembrar preguntas del tipo: “¿De veras Dios te ama?” o “¿En verdad eres hijo de Dios?”, buscando arrastrarnos a la tentación.
¿Cuál es el arma para combatir semejantes dudas? En primer lugar, David Jang destaca la “certeza de lo que está escrito en la Palabra”. Cada vez que Jesús enfrentaba una tentación en el desierto, respondía: “Escrito está”. Así, la convicción firme en la Palabra de Dios es la clave para vencer la duda y la mentira. En segundo lugar, es crucial afirmar la certeza de que “somos hijos de Dios”. Dado que la tentación presentada a Jesús también comenzaba con “Si eres Hijo de Dios…”, el pastor hace hincapié en que la acometida más fuerte de Satanás pretende sacudir nuestra identidad. Pero si tenemos plena seguridad de haber nacido de nuevo como hijos de Dios, el maligno apenas encontrará grietas por donde irrumpir.
Agrega que la tentación puede convertirse en un proceso de crecimiento de la fe. Las diversas pruebas o tentaciones a las que nos enfrentamos nos llevan a buscar con mayor hondura la oración y la Palabra. Él evoca la historia de David y Goliat: David no se amedrentó ante el gigante porque sostenía inquebrantablemente: “La batalla es del Señor”, y así venció con una simple honda. Según David Jang, Satanás quiere que solo veamos el gigantismo de Goliat, pero aquel que tiene fe dirige la mirada a “la soberanía absoluta de Dios” y, con ello, desaparece todo temor.
Esa fe, sin embargo, no brota por sí sola. El pastor menciona su propia experiencia, diciendo que al comienzo sentía ansiedad ante problemas menores, pero conforme se aferraba a la Palabra, oraba y acumulaba vivencias, los obstáculos que antes parecían enormes ya no eran tan intimidantes. Esto ilustra que la fe crece por medio de la Palabra, la oración y el compartir dentro de la comunidad.
David Jang enfatiza que, especialmente en tiempos de tentación, la comunidad resulta de suma importancia. Quien se aísla se ve más indefenso ante los dardos de fuego. Sin embargo, si en comunidad nos recordamos mutuamente: “Tú eres hijo de Dios” y oramos los unos por los otros, el escudo de la fe se fortalece. Y al robustecerse la fe, no solo somos capaces de resistir, sino también de avanzar de modo activo. Tal como un escudo no sirve únicamente para proteger, sino que también permite que el soldado se desplace hacia el enemigo, cuando la fe se arraiga, no nos quedamos en esquivar los ataques, sino que nos aventuramos a la expansión del evangelio y el crecimiento de la Iglesia.
La espada del Espíritu y la práctica de la armadura completa
Finalmente, David Jang otorga un énfasis especial a la “espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” en Efesios 6. Si bien las otras piezas de la armadura tienen un rol más defensivo, la espada del Espíritu es el arma ofensiva para derribar al adversario en la guerra espiritual. Pero esta espada no consiste en mero conocimiento intelectual: actúa con poder cuando, bajo la guía del Espíritu Santo, se proclama y aplica conforme a cada situación.
Para blandir correctamente esta espada, él señala tres requisitos. Primero, debemos ser sensibles a la dirección del Espíritu Santo. Al orar y meditar la Palabra cada día, a veces el Espíritu trae a nuestra mente un pasaje concreto o conmueve nuestro corazón. Si obedecemos de inmediato y actuamos en base a la Palabra, la espada cobra vida. Segundo, la motivación debe ser “el amor”. Si empleamos la Palabra de forma errónea, podemos juzgar o herir a los demás, pero cuando la aplicamos anclados en el amor de Cristo, se convierte en una “espada que da vida” y conduce a la sanidad y al arrepentimiento. Tercero, debemos “entrenarnos” mediante la oración y el estudio bíblico. Tal como un soldado no puede manejar con eficacia una espada si no la ha practicado, nosotros también necesitamos investigar las Escrituras, compartirlas en la comunidad y orar para prepararnos. Así crece la eficacia de la espada.
David Jang menciona Hebreos 4:12: “La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos…”, para describir la espada del Espíritu. Señala que esta espada, en primer lugar, penetra en nuestro propio ser, provocando arrepentimiento y purificación. Si uno no ha sido confrontado por la Palabra y la blandiera únicamente contra los demás, esa “espada” dejaría de ser un arma que da vida para convertirse en un instrumento de violencia. Por ende, la espada del Espíritu manifiesta su luz genuina tras operar primero en nuestro interior, motivando introspección y quebrantamiento.
Al final, David Jang afirma que la “armadura completa” ha de funcionar en su totalidad con todos sus componentes. El cinturón de la verdad, la coraza de justicia, las sandalias del evangelio de la paz, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu deben estar presentes simultáneamente. Si uno falta, el equilibrio se rompe. Así, aunque el escudo de la fe sea resistente, sin el yelmo de la salvación y la esperanza nos exponemos a un golpe mortal en la cabeza. O si conocemos la verdad pero perdemos el fervor por la justicia, nos quedamos sin la pasión esencial en la batalla espiritual.
Para llevar esta armadura a la práctica, presenta tres disciplinas espirituales. Primero, asignar cada día un tiempo a la oración. Durante ese espacio, con alabanza y meditación de la Palabra, buscamos percibir la voz del Espíritu e intentamos obedecerla. Segundo, pasar del mero “memorizar” la Biblia a aplicarla en la vida real. Ejercitarnos para recordar un versículo diario y actuar conforme a él. Tercero, compartir testimonios y retroalimentación en la comunidad cristiana: “¿Qué tentaciones enfrenté hoy y cómo las vencí con la Palabra?”. De este modo, comprobamos si la armadura completa está operando adecuadamente.
David Jang conecta 1 Corintios 13:13 —“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres…”— con la armadura de Dios. El escudo de la fe (fe), el yelmo de la salvación (esperanza), y la coraza de justicia junto con el fervor de difundir el evangelio (amor) se mantienen en equilibrio para que no sucumbamos fácilmente a las mentiras de Satanás. Además, recuerda que cuando Jesús sanó a los enfermos, acogió a los pecadores y perdonó a sus enemigos con el amor de la cruz, aquello fue la “espada del Espíritu” que venció al diablo. La verdad, el amor y la obra del Espíritu siguen siendo el arma más poderosa.
Simultáneamente, recalca que la “armadura completa” no se trata de relucir un equipamiento ostentoso. La guerra espiritual no ocurre en enfrentamientos ruidosos del ámbito terrenal, sino en la lucha constante del corazón y la mente contra la tentación, la mentira y la desesperanza. Y así como Pablo culmina instando a “orar en todo tiempo… con toda oración y súplica”, la vigilancia en la oración mantiene efectiva esta armadura. Por medio de la oración discernimos con más claridad la guía del Espíritu, aplicamos la Palabra según las circunstancias y permanecemos listos ante nuevas tentaciones.
David Jang agrega que la iglesia actual debe librar esta guerra espiritual en conjunto. Así como Pablo pidió que oraran por él, la intercesión y el estímulo recíproco permiten que la victoria espiritual sea experimentada no solo a escala individual, sino por toda la Iglesia.
En la última parte de su mensaje, concluye: “Vestir la armadura completa es, en suma, imitar a Jesucristo cada día”. Jesús padeció toda clase de tentaciones y embates, además del sufrimiento de la cruz, pero venció con la verdad y el amor, sellando la salvación en el Calvario. Al recorrer nosotros ese camino, el mundo tal vez no lo reconozca o incluso se burle, pero, a través de la Iglesia, el Reino de Dios se expande y muchos regresan al evangelio.
El pastor David Jang menciona también lo significativo que resulta que Pablo, al final de Efesios 6, haga referencia a Tíquico. “Sin un colaborador como Tíquico, quizá ni el pensamiento elevado de Pablo ni la esencia del evangelio se habrían transmitido bien a la Iglesia”. La Iglesia no avanza en solitario, sino unida, y en todos los lugares son necesarios “Tíquicos” que vinculen el evangelio.
En definitiva, el eje que David Jang rescata de Efesios 6 es: “Aférrate a la verdad esencial, anhela el Reino de Dios, supera la tentación con fe y proclama con valentía el evangelio en el poder del Espíritu”. Esto no es factible por cuenta propia, sino que la edificación mutua y la cooperación en la Iglesia son imprescindibles. También urge a “no dejarnos arrastrar por las circunstancias momentáneas, sino mirar a la eternidad y aplicar esa esperanza eterna a la vida diaria”. Por muy sombría que luzca la realidad, si alzamos la mirada espiritual veremos que la victoria ya quedó sellada por la muerte y la resurrección de Jesucristo.
David Jang concluye con frecuencia con la frase: “Estad más alertas y preparados”. Confía en que, si la Iglesia espera el retorno del Señor en santidad y amor, el mundo encontrará esperanza a través de ella. Así, la victoria que alcanzamos en la guerra espiritual se manifiesta en frutos abundantes: almas que reciben vida y honra que rendimos a Dios.
Por último, se remite a los lemas de la Reforma Protestante: “Solo por gracia, solo por fe, solo por la Escritura”, que, según él, han sido los pilares de su ministerio. No nos salvamos por méritos humanos, sino por la gracia de Dios; a esa gracia nos aferramos con fe, y el criterio de esa fe es únicamente la Escritura. Mientras esto permanezca firme, la victoria espiritual está garantizada.
Finalmente, David Jang enlaza la visión de Efesios 6 con la Iglesia de nuestra época. Asumir la “armadura completa” no se restringe a la piedad individual: invita a toda la comunidad a avanzar unida, orando y sirviendo en amor, sosteniéndose en la Palabra y saliendo al mundo. Aun si el camino pareciera cubierto de espinas, al final nos encontraremos con el Señor y escucharemos Su aprobación.
En consecuencia, la esencia de Efesios 6 consiste en que toda mentira y desesperanza han sido vencidas por la cruz y la resurrección, y que el pueblo de Dios, al ceñirse toda la armadura, no puede perder en esta batalla espiritual. Con tal convicción, la gente encuentra en la Iglesia el amor de Cristo crucificado y, con la ayuda del Espíritu Santo, se convierte en nueva creación, enfatiza David Jang.
Para terminar, él afirma: “Por muy corrompido que luzca el mundo, si existe una Iglesia que pelea con la armadura de Dios, la esperanza sigue vigente”. Cuando contamos con cada elemento de la armadura bien dispuesto y avanzamos con amor mutuo, Dios obra con poder a través de la Iglesia y conduce a muchas almas al camino de la salvación. Según David Jang, así se revive en nuestro tiempo el ‘drama de la salvación’ que Pablo mostró.
Reconoce al mismo tiempo que no es una tarea sencilla. Defender la verdad, difundir el evangelio y resistir las tentaciones del mundo acarrea entrega y sacrificio. Pero la propia historia bíblica y eclesiástica nos enseña que ese sacrificio desemboca finalmente en gloria. Por ello, “pelead por el Reino de Dios con el método del amor y avanzad en la verdad con humildad” es la enseñanza inamovible de David Jang.
Así, el espíritu que atraviesa Efesios 6 y su “armadura completa” nos retrotrae a la esencia perenne del evangelio. Al aferrarnos a la verdad, fijar la mirada en el Reino de Dios, vencer las pruebas con fe y blandir la espada del Espíritu, ninguna oscuridad prevalecerá contra una Iglesia que vive estos principios. Y los frutos de ello se verán en nuestra vida diaria, en la historia de la Iglesia y en la transformación del mundo, asegura con convicción.
David Jang concluye reafirmando que todo se logra “solo por gracia”. Cuando surge la soberbia o la ilusión de ser “muy grandes”, la armadura se afloja de forma imperceptible. Pero aquel que cada día se humilla ante la cruz, invoca el poder del Espíritu y se aferra a la Palabra, recibe la valentía de no sucumbir ante ninguna tentación. Y es así, creciendo colectivamente como Iglesia en amor y santidad, como se cumple el deseo de Dios de edificar una auténtica comunidad de fe.
En suma, aunque vivamos en un campo de batalla espiritual, la victoria está asegurada gracias a la muerte y la resurrección de Jesucristo. Quienes vestimos la armadura completa podemos marchar sin temor. El pastor David Jang cierra sus sermones con la misma idea: “Mientras haya hombres y mujeres armados de amor, esperanza y fe, la Iglesia continuará proclamando y extendiendo el Reino de Dios con vida”. Aunque sigamos en medio de la lucha espiritual, avanzamos junto a la Iglesia para presentarnos un día ante el Señor, conservando la expectativa de lo que nos espera.